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jueves, 18 de diciembre de 2008

Documento por los 10 años de los juicios por la verdad

Como jóvenes que nacimos en democracia y que no vivimos en carne propia el terrorismo de Estado, un plan sistemático de exterminio de toda una generación de hermanos, hijos, nietos, amigos, nos cuesta imaginar cuál hubiese sido nuestra reacción al ver que las personas que amamos son arrancadas de sus casas y desaparecen sin explicaciones de ninguna parte.
Sin embargo, la historia nos muestra cómo aquellas personas que vivieron esas atrocidades se mantuvieron en pie, luchando por justicia, en búsqueda de la verdad. Todas esas familias que no descansaron ni descansarán hasta encerrar a todos los culpables, son los pilares fundamentales en la lucha por los Derechos Humanos, no sólo por su incansable búsqueda sino también por la valentía de contar su historia todas las veces que fuera necesario, con todo lo que eso implica.
El día a día para los familiares de los detenidos – desaparecidos, durante la dictadura y en plena democracia, no fue nada fácil. La persecución y el silencio de las instituciones del Estado durante el período de facto, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final del gobierno de Raúl Alfonsín, los indultos de Carlos Menem y el permanente intento del poder político y mediático de borrar esa etapa de nuestra historia, fueron algunos de los continuos obstáculos que tuvieron que enfrentar.
Distintos organismos de Derechos Humanos, varios conformados por los mismos familiares, fueron de gran apoyo para que la verdad salga a la luz y deje de hablarse del aparato represivo del Estado contra la sociedad como una “guerra entre dos bandos”. Gracias a estas organizaciones, junto a los testimonios y el trabajo de investigación realizado, se pudo lograr que todo lo que fue un reclamo durante 15 años de democracia, se institucionalice en 1998.
Los jueces de la Cámara Federal de La Plata aceptaron la petición presentada por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de la Ciudad, Abuelas de Plaza de Mayo, Asociación de ex Detenidos Desaparecidos, entre otras, y afirmaron la necesidad de ir en búsqueda del esclarecimiento de todos los casos denunciados. Así es que en abril del ‘98, nacieron los Juicios por la Verdad.
Recién en agosto de 2003, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron declaradas nulas, y sólo así dejó de servir como escudo de defensa de los militares. Durante esos cinco años del desarrollo de los juicios, el camino fue muy difícil, lento y arduo. A partir de la nulidad, y de una decisión política –poco- más sólida en relación a gobiernos anteriores, las causas avanzan, algunas más que otras, y se han logrado sentencias muy importantes. Acá en La Plata, tal vez las más relevantes sean la reclusión perpetua por genocidio al ex policía Miguel Osvaldo Etchecolatz y al cura Christian Von Wernich.
Sin dudas, es merecido el reconocimiento a estos diez años de desarrollo de los Juicios por la Verdad, a los familiares, testigos admirablemente devenidos querellantes, y a los jueces. Pero nos parece oportuno también reclamar –hacia quien deba ir el reclamo- la profundización de estos juicios. Es importante que su duración no se alargue por cuestiones presupuestarias ni edilicias, ni mucho menos burocráticas, ya que estamos celebrando 25 años de democracia y aún no terminamos de escribir un capítulo de nuestra historia real.
También es fundamental, mantener y ampliar la lucha por los derechos humanos. No sólo debemos seguir pidiendo justicia por los desaparecidos de ayer, sino también por Jorge Julio López, desaparecido hace más de dos años, a la luz del día, en las calles de nuestra ciudad, camino a escuchar la sentencia de quien lo torturó durante aquel período.
El compañero de los Pueblos Originarios Nahuel Pino a mediados de año e integrantes del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo a lo largo de todo el año, son también víctimas del aparato represivo de aquel entonces, que todavía da muestras de existencia. Pedimos justicia por lo que pasó en el peor momento de nuestra historia, pero también reclamamos el fin de los ataques de estos Grupos de Tareas que continúan operando con total impunidad. Sólo así, con un pueblo despierto, es posible llegar a la verdad.
Así como esas familias, caminaron y pelearon contra viento y marea durante años, sin un hermano o una hija, con un pedazo de vida arrancado por el secuestro, la tortura y la desaparición; así como ellos buscan sentenciar a los culpables de las peores atrocidades cometidas en nuestro país, nosotros también luchamos por los Derechos Humanos que hoy no se cumplen.
Hoy no tenemos a las Fuerzas Armadas en el poder y tampoco desaparecen más de diez personas por día, pero sí se mueren 25 chicos de hambre diariamente. Y esto es una falta a los Derechos Humanos en plena democracia. Por eso es que no vamos a dejar de gritar que no queremos pibes muertos de hambre, porque el Hambre es un Crimen. Sea la cantidad de años que tengamos que gritarlo, los culpables de este crimen van a aparecer y los chicos van a volver a ser los únicos privilegiados.

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